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Palabras de colegas para el recuerdo


Natalia Zárate

Cristina era de esas personas siempre disponibles si se trataba del Colegio: dinámica, creativa, diplomática y con una memoria prodigiosa. Era una profesional de calidad y una muy buena compañera. Realmente la voy a extrañar.-



María Díaz Colodrero

Tuve  la suerte de  trabajar con Cristina en varias gestiones.  Cuando me tocó ser presidenta del Colegio pude apoyarme en ella como vicepresidenta. Podíamos tener diferentes opiniones pero yo tenía la seguridad de  que, en lo  institucional, Cristina siempre sabía lo que había que hacer con exquisita atención a los detalles y ni hablar si de eventos se trataba.-


Gabriela Wolochwianski

Tuve el privilegio de trabajar con Cristina en los Consejos Directivos presididos por Florencia de la Torre y María Díaz Colodrero. Durante esos años, conformamos un equipo que, a pesar de las diferentes experiencias y estilos, logró plasmar algunos logros importantes para el Colegio, entre ellos, remontar la base de matriculados, generar un sentido de pertenencia a través de eventos relevantes para los traductores actuales y difundir nuestra existencia hacia el público en general. Cristina era la persona del equipo con más experiencia institucional y que conocía el Colegio desde antes de su creación, desde la Asociación. Así como ella gestó la idea de nombrar a los matriculados fundadores y comprometidos del colegio como matriculados honorarios, ella también fue nombrada como tal. Muy merecida su nominación, ya que desde la creación del Colegio, participó en sus Consejos Directivos o Tribunales de conducta en casi todas las gestiones, salvo 3 o 4. Era un hilo de continuidad, un reaseguro de la memoria de la institución. A título personal, extrañaré su sonrisa, sus ganas de festejar siempre, su atención al detalle, su empuje ante las adversidades, su predisposición a trabajar en equipo y a enseñar a quienes nos sumábamos a la gestión. Voy a recordar siempre todo lo que pudimos hacer juntas y también cómo nos divertimos.


Florencia de la Torre

Recuerdos y anécdotas de Cristina.

Pensar en Cris es flores en los eventos, regocijo absoluto en los cumpleaños del Colegio con su torta de chocolate con cobertura “ganache”, risa contagiosa ante la alegría de matricular a nuevos graduados y sentir el crecimiento del Colegio, minuciosidad hasta en el detalle más pequeño, autocontrol exquisito paras defender con firmeza su posición, la palabra y el estilo preciso en la redacción de notas, gacetillas y actas, memoria prodigiosa sobre todo y cada uno de los detalles de la historia y la vida de nuestro Colegio. Tantísimo extraño su opinión mesurada, aun cuando la mía fuera absolutamente opuesta y mi manera siempre fuera la defensa vehemente. Formamos un gran equipo juntas en la diversidad de nuestros caracteres. Me queda tu sonrisa y tu entusiasmo por volver a trabajar para el Colegio.-



Guillermo “Willy” Martinez

Conocí a Cristina Calvi en 1983. Ella pertenecía a una de las primeras promociones de traductores de inglés del INSP (lo que hoy se conoce como Instituto Olga Cossettini) y hacía pocos meses que yo había aprobado mi última materia. En esos días, seguramente en el contexto de no pocas charlas de café, varios colegas que vivíamos en Rosario y su zona de influencia, la mayoría de como de veintitantos años de edad... idealistas, soñadores y ávidos de realización personal, quisimos dignificar el ejercicio de nuestra profesión. Así fue que pedimos prestado el salón de actos de la Escuela Normal N.o 1 (donde funcionaba el INSP) y convocamos a una asamblea que resultó histórica. De esa manera se constituyó la Asociación Pro Colegio de Traductores de la Provincia de Santa Fe, que sentaría las bases para que finalmente el Colegio se constituyera mediante Ley Provincial en 1992. Cristina Calvi cumplió una función protagónica en ese proceso. Entendía mucho de gestión institucional, tenía excelente gusto y una redacción exquisita, podía organizar eventos especiales, siempre conocía a “alguien que conocía a alguien” para encaminar algún proyecto, ayudaba a razonar y desenredar asuntos complejos, y no le faltaba un puñado de optimismo y buen humor para aportar cuando hiciera falta.

Pocos años después, mientras cada uno procuraba su propia realización personal, la vida nos llevó por distintos caminos. Mi experiencia personal implicó un alejamiento físico y, si mal no recuerdo, no volví a ver a Cristina en más dos décadas hasta que —cuando yo vivía a 1200 km de Rosario— volvió a establecerse el contacto con el Colegio y tuve el privilegio de colaborar con el área de capacitación “jugando de visitante”. Fue sumamente refrescante el reencuentro con Cristina y otros colegas, pertenecientes a diversas generaciones, pero todos entusiasmados por la marcha del Colegio. No mucho después, ya radicado nuevamente en Rosario, tuve la oportunidad de compartir con Cristina otra etapa de la vida, caracterizada por el compromiso con la profesión y la institución, pero con menor empeño en la realización personal y mayor enfoque en los colegas noveles. Se diría que “volví a descubrirla” al colaborar juntos como miembros del Consejo Directivo, compartiendo reflexiones, objetivos, soluciones y razones para luchar, celebrar y reír que —en definitiva— me han enriquecido enormemente la vida y siempre serán un motivo de gratitud.

Ya en medio de la pandemia, la última vez que nos comunicamos fue por correo electrónico, el 30 de septiembre de 2020 —simbólica, la fecha— el día internacional del traductor.

¡Hasta la próxima, Cris!...

Aniversario del Colegio, 2016

Cris Martínez
Cristina Calvi, la hacedora.

Desembalá la memoria
que no hay cosas que no sirvan
te va a servir lo amarrado
y lo que anda a la deriva…
(Por qué no lloras un poco, Gabo Ferro)

Recordar, sabemos, es volver a pasar por el corazón, las cosas lindas y las no tanto. Recordar a María Cristina Calvi va más por el lado de lo primero. Para mí era solo Cristina: buena compañera, buena persona, inquieta y constante en sus ganas de construir. Nos conocimos en ese sueño juvenil (¡éramos todes tan jóvenes!) de crear un espacio donde les traductores pudiéramos primero, reconocernos a nosotres mismes como profesionales para luego persuadir al resto de nuestra sociedad que lo éramos, que no éramos solo un grupete de gente que se sentaba frente a un papel con un texto en un idioma para “copiarlo” en otro. No era fácil porque, por momentos, el hecho de ser profesionales era algo que no nos lo creíamos ni nosotres. Nuestro primer escalón, la Asociación de Traductorxs, fue enorme, alto, esforzado: allí trabajamos con ella incansablemente los talleres de traducción de inglés los sábados que tenían como objetivo no perder lo que habíamos aprendido en la carrera para esperar los buenos tiempos en que nos vinieran a “buscar” para poder trabajar: fueron largas jornadas con preparación previa de un material amoroso que atesoré y luego doné al Colegio porque era parte de un gran esfuerzo grupal en el que Cristina siempre hizo aportes invalorables. Tampoco olvido las discusiones con respecto a las traducciones que entre todes resolvíamos con humildad pero no sin pasión (hubo peleas duras por tal o cual término, pero sabíamos que estábamos aprendiendo y la clave era el respeto mutuo). De quienes éramos originalmente, varies finalmente tuvieron que dedicarse a otra cosa. Cristina fue de esas que comprendieron muy tempranamente el significado de “ser profesional” y lo militaba con sus haceres y sus palabras. Le puso el hombro a ese sueño colectivo de la Asociación haciendo todo lo que hubo que hacer cuando hubo que hacerlo: buscar una oficina, atenderla, formar una incipiente biblioteca especializada, ser parte de la Comisión, entre una lista innumerable de actividades. Siempre de buen humor, siempre con buenas ideas y siempre poniendo el cuerpo, que es el único modo de construir realmente posible. Compartimos el nombre, el amor por la profesión, la pasión por las lenguas todas y tuvimos hermosas charlas acerca de todo eso. Cuando ya nos sentimos fuertes con el lado artesanal y profesional de la traducción, avanzamos hacia la formación del Colegio y esa fue una gran tarea política en la que siempre ella estuvo también. Recuerdo con emoción cuando me dio para leer su tesina de Licenciatura acerca de la enseñanza de la lengua para que le diera mi opinión. Me sentí muy honrada porque yo era solo traductora y profe de inglés y ella confió en mis conocimientos, autogestionados por entonces, de “lingüista” para que aportara a su trabajo. Recuerdo su don de gente, su elegancia y sus modos... transmitía una paz que siempre le envidié.

Me enteré por las redes sociales de su partida y se me estrujó el corazón. Hacía mucho que no nos veíamos pero solíamos cruzarnos en nuestra amada Facultad de Humanidades donde ella ya era profesora y yo reincidía como estudiante de otra carrera. Nos veíamos, nos reconocíamos como parte de algo grande que habíamos conseguido gestar, nos saludábamos con afecto, porque eso era seguramente lo que más nos unía. Mientras escribo estas breves líneas, me doy cuenta de que, vaya a saber por qué, ella me llamaba muchas veces por mi apellido, chistosamente y con un tono muy particular...”Pero vos, Martínez...” me decía. La pandemia que nos tiene a todes aislades me hace sentir que tal vez me la vuelva a cruzar en esos pasillos de la facu cuando regresemos. Y si así no ocurriere, yo sé que vos, Cristina, estás en la genética del Colegio, en el recuerdo y, sin dudas, en mi recuerdo, yendo y viniendo por mi corazón.

2 de diciembre de 2020 

Emilio Ganem

Quise mucho a Cristina. Fue, sin dudas, una persona indispensable en la vida, en la historia de nuestro Colegio de Traductores y la Federación Nacional.
Quería tanto a nuestra Institución que fui testigo de que, por momentos, le dolía.
Le debemos muchísimo.
La voy a extrañar.

Vero Paladini

Fuiste primero mi referente, de esos colegas inalcanzables, a quienes uno admiraba y miraba desde "abajo". Luego mi compañera, mi secretaria idónea, a quien podía confiar una impecable reunión de FAT, cena o ceremonia sin que faltara ni el más mínimo detalle protocolar. Compartimos viajes, congresos e intereses comunes. Y después de tanta vida compartida, descubrimos que había existido una vida en común de nuestros padres. ¡Aprendí tanto de vos, Cris! Te voy a extrañar...

Graciela Atencio

Cris fue una persona íntegra, compañera, atenta, generosa al extremo al compartir todo su mundo inconmensurable de conocimientos, de palabra precisa y de modo afable, siempre; de una forma de expresión única. Su frase “dislate total” y su “café negro con una nubecita”  quedarán en nuestros oídos y en nuestro recuerdo con una gran sonrisa y, a la vez, con una enorme tristeza por tu ausencia. Infinitas gracias por todo tu aporte a nuestra profesión, a nuestro Colegio y por decir lo que pensabas con tantísimo respeto, algo que hoy falta tristemente en nuestra sociedad. Te voy a extrañar Cris.

Graciela Cuello

Cris es un ser cálido y especial. Como me ocurre en general con personas generosas que  brindan su tiempo para participar en una comisión, yo siempre admiro y agradezco su vocación de hacer cosas, de estar y poner su granito de arena. La conozco desde hace años. Que alguien como ella en su momento me invitara a sumarme a diversas acciones, me honra, por su don de gentes y su  generosidad.

Y hablo en tiempo presente no por un error, sino porque creo que a las personas que se van físicamente, hay que recordarlas y llevarlas siempre consigo, para que así sigan estando en nuestro corazón.

Así que, Cris, me dejás esa voz grave y sonora tan prolija, tan tuya, y esa sonrisa gigante, y gracias por permitir que te conozca y que nuestros caminos se crucen.

Comentarios

  1. Quise mucho a Cristina.
    Fue, sin dudas , una persona indispensable en la vida , en la historia de nuestro Colegio de Traductores y la Federación Nacional.
    Quería tanto a nuestra Institución que fui testigo de que , por momentos, le dolía.
    Le debemos muchísimo.
    La voy a extrañar.
    Emilio Ganem

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